¿Cómo resumir elegantemente estos 70 días de viaje ? Imposible. La palabra queda corta frente a tan amplias y disímiles experiencias. De Colombia tengo tanto que contar…Mis ojos crecieron y mi corazón se elevó hacia lo profundo de la pulsión de vida. Pude ver y sentir la generosidad de gente construyendo los cimientos de un nuevo mundo desde la ceniza de este gran incendio civilizatorio. Conocí a gente maravillosa y compartí experiencias increíbles en el encuentro de “Antimilitarismos en Movimiento” que se realizó en Bogóta (Pinche acá para escuchar la nota que sacamos para “Charco de Arena” programa de radio en FM La Tribu Argentina) Estuve presente en el trabajo colectivo de la asamblea de la Red Antimilitarista de America Latina y el Caribe donde conspiramos en una construcción de perspectivas interseccionales y también en el festival “Kaminante Errante” de la escuela de Guascaque “La Fuerza del Arte” (Donde también sacamos una nota para “Charco de Arena” escuchala acá) todo esto en Bogotá. También fui a tocar a la cárcel de Barranquilla, al norte, en la costa caribeña colombiana, donde pude escuchar las reflexiones más honestas sobre la libertad de parte de un puñado de hombres presos. Estoy tan agradecida con las mujeres de la fundación “Casa de Hierro” Fabiola y Failemy ,quienes llevan mas de 10 años trabajando con la palabra poética en las cárceles y fuera de ella. Mujeres que me llevaron a pasear por el histórico “Barrio Abajo” (abajo, por que está abajo del Río Magdalena) el barrio barranquillero donde pasó parte de su infancia Gabriel García Márquez, barrio aún no gentrificado, pero en vista de serlo, donde la especulación inmobiliaria acumula propiedades y terrenos mientras se vive apretada en una ciudad que mantiene el eje de su rueda con la potencia de un realismo que no es mágico -por que se le halla ocurrido al Gabo- si no por que la vida caribeña habita un tiempo sin tiempo, donde lo mestizo te explota en la cara, donde te miras tan blanca y tan negra al mismo tiempo, donde la reflexión de frontera es tan amplia y la diferencia con la Otra es a la vez tan abismal y pequeña que la contradicción no deja de ser nada más que un gran dibujo fascinante donde lo único que puede completar esa ilustración es tu trazo.
Lo que sentí intensamente en este tramo del viaje fue la violencia sexual. Una violencia implícita, sólo por el hecho de habitar un cuerpo leído mujer. Y acá es importante hacer un alto y explicar claramente a que me refiero con violencia sexual. Cuando escribo sobre la violencias sexuales me refiero a que sentí fuertemente de que se leía en mi cuerpo “mujer disponible” Esto se evidenció desde el piropo, la insistencia en el “estado civil” ( jamás en la orientación sexual, puesto que en toda interacción se dió por sentado de que me gustaban exclusivamente los cuerpos masculinos) las menciones a mi cuerpo, ropa, horarios ¿Sueno exagerada? Sufrí un episodio de acoso terrible en el parque Tayrona de parte de un italiano. Tuve que dormir con un ojo abierto imaginado las estrategias de defensa en caso de que el tipo se metiera en mi carpa. Y esto quiero que quede bien claro: Mi reflexión sobre como sentí la violencia sexual en territorio colombiano, las experiencias que pude recopilar a través del testimonio de mujeres jóvenes y ancianas, grandes, pequeñas, rubias, morenas, etc no está exclusivamente señalando a “ los colombianos ”, si no más bien a todo un entramado social global donde los cuerpos femeninos/feminizados son leídos en estado de disponibilidad. La explotación y el tráfico sexual de mujeres y niñxs es el pan nuestro de cada día, se priva de libertad a mujeres que se han defendido de sus agresores, se persigue bajo figura del “síndrome de alienación parental” a mujeres que han defendido a sus crías de pederastas, son psiquiatrizadxs quienes no han podido responder de la manera “correcta” a sus género asignado por sexo, se dopa con benzodiazepinas a quienes no hemos podido responder adecuadamente al rol perfecto (?) de madre, hija, hermana, pareja.Nos exterminan a través de crímenes de odio, nos desmembran, nos empalan, nos queman por toda nuestra exultante y vital diferencia. Este entendimiento normativo es el que cargamos en la memoria de nuestros cuerpos. Aún vivimos en el Oscurantismo.
A los días después del suceso con el italiano pude caer en la reflexión de que mi cuerpo no tiene miedo frente a una amenaza de violación. Mi cuerpo aprendió a vivir hace muchos años en continua alerta de cuidado. En un mundo donde nuestro acceso a los placeres (por fuera de la lógica mercantilista neoliberal) están prohibidos, perseguidos, nos surge la emergencia de crear estrategias de defensa frente a la amenaza de guerra. Por qué sí señoras (señores, señoritxs) estos son los apocalípticos tiempos de la guerra contra la pulsión vida, guerra contra la libertad creativa, guerra contra la defensa del territorio y el agua, guerra contra el plan de un común libertario, guerra contra el pensamiento mágico, guerra contra la tradición oral, guerra contra los conocimientos ancestrales. Mi pequeña y honesta estrategia es apelar la micropolítica y señalar desde ahí, justo desde ahí, esa mezquinidad humana que urga y boicotea a las construcciones colectivas. Señalo esa herida, por que es la vanidad de esa migaja tacaña parte de lo que constituye a la guerra. Los grandes poderes se alimentan de la impotencia de nuestro desasosiego y egoísmo. Entrar a la estrechez afectiva, a la competitividad, a la envidia es seguir internalizando el lenguaje de los poderes opresivos, es no poder mentar un mundo nuevo, es no poder imaginar un mundo para todas por que no existe en tu corazón una habitación , donde quepamos todas, solo existe “una habitación propia” y eso es anacrónico, miserable e insuficiente.
Pienso en las diferentes danzas, tempos, músicas que habitan nuestras micropolíticas y de como estas nos mueven, nos enlazan, interceptan, asaltan, diseccionan, interpelan, nos encuentran y desencuentran. Pienso en como esas conjugaciones de juego infinito se nutren cuando tenemos un horizonte común y el encuentro/desencuentro es limpio, honesto, humano. Si es la era del cyberpunk apocalíptico tejamos desde una voluntad individual generosa que implique por lo menos compartir la risa, el abrazo, pero también lo que apreta y duele. Me niego a que la máquina biólogica sea sólo un circuito más en el juego de los poderes. Yo ser terrestre, habito expansivamente este mundo y este mundo a veces,también duele.
Ese mes en Colombia (28 de julio al 2 de Septiembre) se forjó el metal de la bisagra de esta nueva etapa. Se terminó de cocinar el caldo base de este irrefrenable deseo de pertenecer, de seguir perteneciendo contando e imaginando, pero también ha emergido un color nuevo en este relato del buscar/perteneciendo o pertenecer/buscando. Para disipar lo difuso de ese color he de plantar una mandrágora entre mis pechos ante las aguas primordiales de la vida. Así dijeron entre sueños Las Diosas y así recordé ese llamado mientras se mecía mi cuerpo en el extremo opuesto del horizonte que miré creciendo.
Estuve en Colombia ahora estoy en París. Y hace un año ni me imaginaba que este viaje iba a suceder.
Ya van más letras.